En 1971, la crítica de arte norteamericana Linda Nochlin se preguntaba: ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas? A partir de esta cuestión, se abre todo un campo de estudio que demuestra cómo la historia del arte no solo ha sido indiferente a las mujeres, sino que ha sido un discurso masculino. A través de la intersección entre el arte y las teorías feministas, se comienza a ver el arte como una praxis social, integrado en una totalidad e influido por múltiples condicionantes. Comienza entonces el rescate de mujeres artistas olvidadas por la historia del arte; y durante la década de los 70, diversas artistas comienzan a trabajar y a cuestionar las representaciones dominantes, proponiendo nuevos modos de autorrepresentarse.
El taller es un recorrido a través de las imágenes como contenedoras de formas e ideologías, susceptibles de ejercer poder, de reforzar el status quo, pero también de erosionarlo.